jueves, 17 de noviembre de 2011

Mujer con dignidad, siempre. Feminista, jamás.

Soy mujer, y como tal, simplemente por mi naturaleza de “ser humano” no puedo obviar la historia que, estoy consciente, relevó a la mujer durante siglos a un segundo plano, que la puso en situación de un ser inferior frente a la figura masculina y ha contribuido a abusos de todo tipo en su contra.

Desde las enseñanzas y las tradiciones religiosas, culturales y familiares se creó un círculo vicioso que permitió un adoctrinamiento en contra de nosotras, las mujeres.

La iglesia -y no solo la de tradición cristiana- se encargó de interpretar para nosotras (y a su conveniencia) la “palabra de Dios” de cuenta que, enseñanzas como: Los hombres son la cabeza del hogar y, mujeres, ser sumisas a sus esposos, entre otras, castigaban so pena del infierno a toda aquella que buscara una igualdad de derechos y responsabilidades. Más peligroso aún, a toda aquella que buscara mediante la separación conyugal parar los abusos físicos y psicológicos porque el matrimonio es para toda la vida y Dios dice que “el amor todo lo soporta”.

Por otro lado, y ante la cultura impuesta de la mujer como encargada únicamente del hogar y el hombre del sustento de la familia, no solo se cerraron oportunidades laborales para nosotras, las mujeres, sino que siguiendo el círculo vicioso, las mujeres se convirtieron en las principales adoctrinadoras de dicho pensamiento inequitativo. Frases como: “sírvele a tu hermano, que él es hombre” o “él puede salir porque es hombre, tu eres mujer y te quedas en casa” aún se repiten en los hogares guatemaltecos.

Para toda acción hay una reacción, mujeres que se atrevieron a ser diferentes y a luchar, mujeres que a lo largo de la historia sobresalieron en las distintas ramas en las que se desempeñaron. Mujeres que creyeron e inspiraron a otras a creer en sí mismas y en su potencial, que fueron las precursoras de generaciones que se extienden cada vez más de mujeres con dignidad, que se preparan académicamente, que son capaces de demostrar laboralmente su capacidad, que dicen valientemente “no” cuando no están de acuerdo, que deciden libre y responsablemente sobre su vida sexual y que van ganándose su lugar a pulso demostrándose a sí mismas y a los demás, su valor como mujer, como madre, como profesional, como esposa, como… como… como…

Estoy completamente de acuerdo con la lucha a favor de la igualdad de derechos, de oportunidades, igualdad ante la ley y, -ojo con esto- igualdad también de responsabilidades pero jamás se puede llegar a pensar en una completa y total igualdad de género. Mujeres y hombres no somos iguales y jamás lo seremos, de ahí la belleza de la naturaleza, permitir que constituyamos un complemento unos con otros. Al estar conscientes, como mujeres, que el género al cual pertenecemos tiene por naturaleza, sus ventajas y sus limitaciones, y aprender entonces a amar ambos lados de la moneda, no podemos entonces pretender una igualdad total de género porque esto representaría querer equipararnos en todo ámbito cuando las diferencias son obvias, por ejemplo, nuestra fuerza muscular es menor, pero la equiparamos con la fuerza de espíritu que nos hace ir más allá de las fuerzas físicas.

Los extremos a lo largo de la historia se ha demostrado que son perjudiciales, aun cuando este extremo tenga como fin la reacción ante una situación. El machismo, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española se entiende como “Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres” pero el feminismo, a los extremos que ha llegado en la actualidad es igual de perjudicial.

El feminismo surgió en respuesta al machismo como una forma de lograr la igualdad, pero ahora, pareciera que más que buscar la equidad, se centran en la denigración del hombre buscando poner lo masculino en inferior grado y subordinado a lo femenino, entonces hace pensar si realmente se pretende paridad de derechos, obligaciones y oportunidades o solamente se piensa en tratar de cambiar los papeles como una revancha histórica.

En Guatemala, por ejemplo, nuestra propia Constitución en su artículo 4 establece que “En Guatemala todos los seres humanos son libres e iguales en dignidad y derechos. El hombre y la mujer, cualquiera que sea su estado civil tienen iguales oportunidades y responsabilidades. (…)”[1] ¿Por qué entonces, si así se establece, igualdad ante la ley, nos hemos obstinado tanto en que leyes como la Ley contra el Femicidio y otras formas de violencia contra la mujer o la Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia intrafamiliar van a resolver el problema legislando contra el género masculino (en pro del género débil –y para ello si aceptamos que somos el género débil-) de forma tan notoriamente inconstitucional? Como una pequeña muestra, el objeto de la Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia intrafamiliar: “brindar protección especial a mujeres, niños, niñas, jóvenes, ancianos, ancianas y personas discapacitadas (…)” ¿acaso no lo que se debe proteger es a la familia y castigar al agresor cualquiera que sea (hombre o mujer)?, ¿dónde queda la igualdad ante la ley entonces? Y con la Ley contra el femicidio, ¿acaso las estadísticas no demuestran que, aun cuando la población guatemalteca es mayoritariamente femenina, el mayor grado de muertes violentas es contra hombres?, ¿no se deberá entonces que las mujeres somos (salvo algunos casos concretos) más víctimas por participar en actividades en que antes no nos involucrábamos que por el simple hecho de ser mujeres?, ¿acaso ya nuestro ordenamiento jurídico no tenía contemplado los delitos de asesinato y homicidio?, y más importante aún, si al Ministerio Público le es tan difícil probar un delito, en este caso concreto contra el bien jurídico protegido de la vida, ¿no es aún más complicado pretender que prueben también que los motivos del mismo fue el menosprecio hacia la mujer? Si una ley en contra de la igualdad bajo el fundamento de proteger a grupos vulnerables fuera la solución, legislemos entonces la “Ley contra el Chofericidio”.

Se promueve también como parte de las metas feministas, la despenalización y legalización del aborto, en todos los casos en que la mujer no desee ser madre bajo el lema “yo soy dueña de mi cuerpo” (y hago con él lo que me plazca en gana). Claro, como mujer soy dueña de mi cuerpo pero para ser responsable y decir “no voy a tener relaciones contigo si no usas preservativo”, soy dueña de mi cuerpo y por lo tanto, responsable de lo que haga con él y de las consecuencias de mis actos.

Pero la legalización del aborto, feministas extremas en otros países del continente lo llevan más allá: aborto legal y gratuito para quienes así lo deseen. Es decir, pretenden que los impuestos de la población cubran las consecuencias de la irresponsabilidad sexual de una pareja cuya mujer, en extremo feminista, dice ser “dueña de su cuerpo” para no querer cargar las consecuencias de una irresponsabilidad, pero no supo ser “dueña de su cuerpo” para decir NO (pudiendo hacerlo) ante una relación sexual irresponsable y sin un método que pudiera haber prevenido un embarazo no planificado. Total, en todo caso le vendría mejor, más barato un aborto que un condón. En todo caso, y en pro de la protección de las mujeres ¿no vendría mejor invertir en educación, prevención antes de reacción ante la irresponsabilidad?

Los extremos no son la solución, la revancha de género tampoco. Lo importante es el justo medio. Si ser feminista implica ya no solo la igualdad ante la ley, de oportunidades y de responsabilidades sino buscar una subordinación del “macho”, una denigración del hombre frente a la mujer, una lucha en pro de leyes proteccionistas y tutelares solamente para la mujer sin atender al caso concreto y una libertad sin responsabilidad de mis actos; entonces como mujer puedo decir que ¿feminista yo? JAMÁS. La dignidad, el valor, la profesionalización, la igualdad de ley es una cosa; la búsqueda de una venganza histórica irresponsable y en menoscabo de otros, es otra cosa muy distinta.


[1] El subrayado es propio.


Artículo publicado en www.lagacetaindependiente.com el 10 de noviembre de 2011.

1 comentario:

  1. Te equivocas cuando dices que una mujer es más débil muscularmente, mi hermana juega al fútbol y es la mejor jugadora en un equipo de varones que juegan contra otros varones. Hay mujeres mas fuertes físicamente que otros hombres. deja de hablar del feminismo como si fuera igual que el machismo, porque no es así y demuestras tu ignorancia, que siendo mujer, no haces ningún favor a las tuyas.

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