jueves, 20 de octubre de 2011

Ejercer Derecho aunque los demás se vayan torcidos


¿Quién no ha escuchado palabras como “Aboganster” para referirse a un abogado? o ¿Quién no sabe o al menos ha oído algún chiste o broma, de esos que abundan y que se repiten sobre Abogados y Notarios? No creo tampoco que exista un solo profesional del Derecho que no haya tenido que aguantarse un par de esos chistes, en su cara, en alguna reunión social a la cual haya asistido.

Hace algunos años, se me brindó la oportunidad de continuar mis estudios en una de las universidades privadas de Guatemala, en la Universidad Francisco Marroquín, por medio de una beca del programa “Impulso al Talento Académico” –ITA-. En una reciente reunión de becados de dicho programa, uno de los jóvenes de primer año me preguntó ¿En qué momento decidí que quería estudiar Derecho o qué me había impulsado a tomar esa decisión? Pregunta, que para ser sincera, nunca me formulé y para la cual no tengo tampoco respuesta, aún y cuando he intentado revolver un poco el cajón de la memoria para encontrar algún indicio que me haga recordar a partir de cuándo sucedió, pero no obstante no tengo respuesta a esa pregunta, lo importante no es en qué momento, sino por qué me decidí a estudiar Derecho.

Como parte de los requisitos para optar a dicha beca, se me pedía escribir un breve ensayo sobre ¿Por qué estudiar Derecho? (habiendo mejores opciones, agregaría una amiga mía) y en el cual esbozaba ideas sobre justicia, verdad, ética, honradez, dar a cada uno lo que le pertenece, libertad, y otros valores con los cuales ensalzaba el “arte de lo bueno y de lo justo” (definición de Derecho atribuida a Celso y con la que se inicia el Digesto) y en aquella recién cumplida mayoría de edad y con la inexperiencia de quién no sabe a qué aventura se está embarcando, inicié a estudiar Derecho (y aclaro, Derecho, no leyes) y veía toda una carrera especializándome en “derechos humanos” o en todo caso “derechos del niño” (pensamiento de quién, por vocación, recién se gradúa como maestra de párvulos), para luego descubrir que los derechos humanos en Guatemala han ido degenerándose y en la actualidad no son más que una ilusión que aboga en primer lugar por los derechos humanos de los “inhumanos”, y que trabajar en este país por los derechos del niño en muchos casos no implica necesariamente trabajar por los más desprotegidos y vulnerables de la sociedad, si tomamos en cuenta el crecimiento no solo del número sino de la crueldad de los crímenes cometidos por menores de edad, aprovechándose de su situación de inimputables dentro del ordenamiento jurídico guatemalteco.

Hay que aceptar que la mala fama dentro del gremio, erróneamente generalizado en lugar de señalar a dedo, se ha ganado a pulso por muchos pseudoprofesionales que de “profesionales” no tienen nada, que se han ido poco a poco añadiendo a las listas extensas de personas que ondean la bandera de la corrupción a todos vientos sin rubor alguno. Como un ejemplo sonado de los últimos noticieros, la Licenciada Beatriz Ofelia de León de Barreda, ex presidente del Organismo Judicial y madre de Roberto Barreda De León, sospechoso por la desaparición de Cristina Siekavizza, en el cual es un secreto a voces el tráfico de influencias, el cobro de favores y la obstrucción de la justicia por parte de dicha señora.

Como el minúsculo ejemplo mencionado anteriormente (minúsculo no por insignificante sino porque es larga la lista de casos que pueden resaltarse) existen muchos casos más de profesionales del Derecho, quizá no tan sonados, enredando procesos, interponiendo infinidad de recursos improcedentes, amparos notoriamente frívolos con el objetivo de burlarse de la ley y la justicia, y por otro lado, jueces y magistrados que ostentan tan “alta investidura” de forma tan deshonrosa retrasando procesos, aceptando prebendas y dictando resoluciones en las que interpretan la ley a su sabor y antojo, retorciendo así y poniendo en duda la legalidad de las mismas.

Hace poco tristemente me tocó aguantarme la broma de alguien que mencionaba que “hay dos clases de abogados, los que conocen el derecho y los que conocen al juez”, siendo éste uno de los motivos y del por qué el sistema de justicia no funciona como debería, ha perdido credibilidad a los ojos de la población y es excesivamente costoso económicamente hablando.

Es lastimoso que sean los casos negativos los que más suenan, mientras profesionales íntegros y honorables quedan en el anonimato, arrastrados por generalizaciones que no se aplican a la forma en que ejercen su profesión y no solamente en el ámbito del Derecho sino en todos los ámbitos de la vida.

He tenido la suerte de conocer personas a quienes admiro, respeto, y de quienes he aprendido más que conceptos, definiciones, teoría o práctica; profesionales de quién he aprendido el verdadero valor de la palabra “Derecho” (lo recto) en el ejercicio profesional: “El arte de lo bueno y de lo justo”, profesionales con quienes no solo he tenido el gusto de aprender en las aulas sino también de trabajar con ellas y en este último caso me gustaría mencionar al Licenciado Ángel Estuardo Pulido De León, el profesional con el que inicié mi aventura dentro del Derecho en “la vida real” y que con su ejemplo me hizo darme cuenta que ser íntegro dentro de este medio corrupto es posible, y más que posible, necesario y satisfactorio, que si se puede ser “derecho” aunque los demás se tuerzan.

El Derecho, y hablo de él porque es lo que conozco de primera mano, definitivamente al terminar la carrera no es lo que se esperaba cuando recién se inicia, pero no por ello hay que olvidar los ideales que nos impulsaron a emprender el camino, sea cual sea el medio en que nos desenvolvamos, y como todo en este diario vivir, es en el momento que se pone en práctica cuando se empieza a aprender y es en ese diario vivir, diario ejercer, que si verdaderamente se busca mejorar el sistema judicial, se hace necesario empezar por uno mismo, como profesional, a “jugar limpio”, a “ejercer Derecho aunque los demás se vayan torcidos”.


Artículo publicado en www.lagacetaindependiente.com el 29 de septiembre de 2011.

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